Los arquitectos necesitan imágenes de calidad para incorporar a su portfolio. Este material es una herramienta clave que tienen para mostrar sus trabajos a futuros clientes.
Sin embargo, el fotógrafo no siempre encuentra las condiciones ideales el día de las fotos. Y es por eso por lo que entregar un trabajo consistente es lo que marca el nivel de un fotógrafo de arquitectura. Independientemente de las circunstancias.
Un estudio de arquitectura me contrató para hacer las fotos de una vivienda unifamiliar en Sanlúcar de Barrameda, Cádiz. Era una nueva construcción en primera línea de playa, al gusto de su cliente. Un moderno chalet con unas vistas increíbles. Pero con una complicación para mí como fotógrafo: ya habían llegado algunos muebles.
Siempre surgen problemas
Es habitual que el cliente tenga prisa por entrar a vivir a la casa, especialmente en reformas. En este caso, al ser una segunda residencia podía no existir esa prisa. Pero llegaba el verano. Así que mientras se daban los últimos retoques a la casa y se limpiaba la piscina, habían ido llegando las primeras compras a la residencia: sofá, mesa de comedor, tele, etc. Todo por desembalar.
Por el acuerdo entre el estudio y su cliente, las fotos debían realizarse antes de que se entrara a vivir. Perfecto, mostrar la casa sin amueblar. No habrá ese extra de ver cómo queda la casa vestida, pero a cambio el estilo de decoración no eclipsará la construcción. A fin de cuentas, el estudio de arquitectura no había estado implicado en el interiorismo de la vivienda. Por eso insistiré en un detalle: la casa no estaba vacía sino llena de muebles sin desembalar.
Una situación como esta es más común de lo que se puede pensar. Por eso considero que parte de mi servicio de fotografía es hacer el mejor trabajo posible con las circunstancias con las que cuento. Unas veces la limitación es de tiempo, otras de presupuesto y, algunas veces, por situaciones que escapan de mi control. El cliente me llamó para comentármelo y confirmarme que, de todas maneras, seguíamos adelante con la sesión. Era la única fecha en la que se podían hacer las fotos y la obra demasiado icónica para no incluirla en su portfolio.

El reportaje
Llegué a Sanlucar el día antes de la toma de fotos. Esa tarde hice el scouting, estudiar la vivienda para definir qué voy a sacar, qué ángulos y a qué hora. Había 2 planos del exterior que consideré prioritarios. Primero, la construcción en su entorno, frente al mar y destacando la vegetación que la separaba de otras construcciones. Segundo, la fachada con jardín y piscina. Ambas fueron hechas a primera hora del día siguiente, para conseguir una luz suave.
Además de las vistas generales, consideré importante destacar varios puntos diferenciales de su arquitectura: las formas de la terraza, el ladrillo blanco, el pasaje de la entrada trasera. La personalidad única que le había dado el arquitecto.
Dentro de la casa mis movimientos estaban más limitados por la problemática del mobiliario. No se podía mover nada así que tuve que descartar varias tomas generales y focalizarme en mostrar otros aspectos de la vivienda. Afortunadamente, eran muchas las cosas que visualmente me llamaban la atención. Aproveché para destacar los materiales, los colores, las líneas, los reflejos del suelo, cómo habían tamizado la luz. Transmitir las sensaciones que se tiene al recorrer la casa.
Reduje el número de fotos amplias en favor de detalles más emocionales, pensando en fortalecer esa parte del portfolio de mi cliente. El no poder seguir el guión habitual no significó entregar un trabajo menor sino diferente. Las circunstancias nunca son perfectas pero eso nunca debe notarse en las imágenes finales.